Domingo 16 de abril. La Maestranza de Sevilla. Lleno de No Hay Billetes. Cinco toros de Núñez del Cuvillo y un sobrero de La Dehesilla. César Rincón, silencio y silencio tras aviso; Morante de la Puebla, silencio y ovación; El Cid, silencio y vuelta tras petición.
José Antonio del Moral afirma: "La corrida, por lo demás, fue un inesperado fiasco tan solo paliado por el toreo aplomado, sentido, ahondado y templadísimo aunque forzosamente espaciado de Morante con sus dos toros. Tan nobles como apagados, Morante no pudo ligar sus faenas y como la gente - no digamos la banda de Tristán - estaba más por El Cid que por el artista de la Puebla, apenas hubo eco ni palmas para los innumerables detalles y destellos que propició el, por cierto, demasiado enlutado torero en su negrísimo vestir. Vergonzoso fue, por ejemplo, que el dichoso Tristán no ordenara tocar música para el muy inspirado Morante mientras lo hizo para un simple buen par de banderillas, prólogo de lo que vendría inmediatamente después cuando la antes silente banda atacó furiosa y repentina al tercer pase de la mala faena de El Cid."